En mitad del Índico, como una lágrima sagrada caída del cielo, reposa Sri Lanka: una isla que no se recorre, se venera. Este viaje fotográfico es un tributo visual a un país donde la selva abraza templos milenarios, los elefantes caminan con la dignidad del tiempo, y el sonido de los rezos se mezcla con el rumor de las olas.

Desde las calles caóticas y encantadoras de Colombo hasta los verdes eternos de las tierras altas de Nuwara Eliya, donde las plantaciones de té parecen jardines celestiales, cada rincón guarda una historia tallada en piedra y perfume.

En Kandy, el corazón espiritual del país, los tambores retumban al ritmo de antiguas devociones, mientras en Sigiriya, la roca del león se alza como un poema vertical esculpido por reyes y leyendas.

Sri Lanka no es solo un destino: es una ofrenda de la tierra, un susurro de lo sagrado en lo cotidiano, un lugar donde la belleza no se impone, simplemente sucede.

Estas fotografías son mi forma de escuchar ese susurro, de compartir una isla que no se olvida… porque, en realidad, nunca se deja del todo