Oporto: ciudad de alma líquida y muros con memoria
Oporto no se entiende, se siente. Entre cuestas que desembocan en el Duero y fachadas que crujen historia, esta ciudad portuguesa es un suspiro antiguo vestido de azulejos. Huele a vino, a mar y a madera vieja. Su luz --densa, dorada, nostálgica-- transforma cada calle en una escena suspendida.
Las barcas rabelos cruzan el río como si aún transportaran barricas para los reyes, mientras el sonido del fado se mezcla con las voces que bajan del mercado. Ribeira vibra con vida, y desde Vila Nova de Gaia, la ciudad se contempla como se observa a alguien a quien se quiere: con admiración y un poco de melancolía.
Esta serie de imágenes recorre sus puentes, sus esquinas vivas, sus escaleras interminables, su alma resistente. Y siempre, como un hilo invisible, el río: testigo eterno de una ciudad que no ha dejado de reinventarse sin perder su esencia.







































